Dejé la película
nueva, la mandé para adelante y terminaba mal. Son los nuevos Guionistas o
Directores. A mí lo que más me gusta es la parte de la felicidad, donde todo se
soluciona y se abrazan al final.
Me pongo el
tapado gris, de paso camino un poco, la plaza está linda y el sol parece pedir
que los vientos se detengan, eso a mí me viene bien, sino, castiga mis ojos. —¿Matilde,
Ud va para la plaza?, ¿me los lleva a Ramón y Ciro y al más chiquito, Julián también?
Desde que no tiene fiebre y mejoró, ahora quiere salir. Si ellos no aceptan
volver, recuerde que hay que bañarlos y darles de comer. Su hija duerme hasta
tarde y la van a molestar, sobre todo Julián que es el más consentido.
Ni bien llegaron
a la plaza, corrieron hasta la fuente, los chorros, por el viento, los empapaban.
Ramón, el más audaz, hacía de cuenta que llovía y encima venía a secarse en mi
ropa. Llegaron los dos amigos que nadie podía parar. Matilde se los gritó: —No
van a cruzar la calle! Yo me tiro en este banco porque voy a descansar.
Se durmió sin
querer y ya era el atardecer. Al despertar, miró alrededor y no vio ni a Ciro, ni
a Ramón y ni siquiera a Julián, que
solía estar cerca de ella y a veces le abría la cartera y jugaba con las cosas
que llevaba.
Matilde los
buscó por todas partes, hasta tocó timbre en algunas casas, le ayudaron a
buscar, pero todo fue inútil, habían desaparecido.
Un Señor bueno y
panzón, tranquilizaba a Matilde diciendo que volverían, sólo había que esperar.
Cuando se hicieron las doce, ella se armó de valor y subió al edificio, para
ver qué podían hacer.
Ni bien le
abrieron la puerta, salieron a saludarla Ramón, Ciro y Julián. —¿Dónde estaban,
sinvergüenzas? ¿Cómo vinieron solitos?
—Pero querida
Matilde, ¿quién va a robar estos perros, que enmugran cagan y mean, hasta
dentro del ascensor?

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