Venía de la CIA
o la KGB, ambas dependían de Trump. Se puede esperar desde una guerra nuclear, hasta
una espía llamada Andrea Bravusky. Por orden de las más altas esferas, empezó a
trabajar en una de las cadenas de la prestigiosa empresa “El Cagarca”.
Nunca fue
camarera y le llevó bastante tiempo equilibrar las bandejas de lo solicitado
por los clientes presurosos. Su primer error fue arrojar dos cafés, en las
faldas de dos ancianas que agradecieron su rapidez.
Andrea llegó a
parecer una camarera próspera. Si volcaba algo de café en los platitos, era una
nada. Encubría su misión tras unos anteojos que le ocupaban casi todo el
contorno de su cara. No los necesitaba, pero sus inmensos ojos claros ayudaban
a que ningún parroquiano se pasara de listo y le tocara el culo, como quien no
quiere la cosa. Si sucedía ella mandaba de inmediato los datos del hombre a la
CIA. Era mágico, a la semana el tipo no aparecía más, no estaba ni muerto ni
vivo, estaba desaparecido.
A partir de esos
episodios, nadie se atrevió, tan siquiera a rozarla. Cada vez que dejaba un
pedido, decía con una sonrisa: “Que lo disfruten”. En una oportunidad, una
señora frustrada, le dijo: —¿Qué dice? ¿Qué vamos a disfrutar una café frío y
poquito?, ¿y encima hay que pagar?
Andrea se
retiraba con cara de baldosa y sonriente. El Encargado le hizo saber la regla:
“—La
razón siempre la tiene el cliente”.
A ella le
pareció injusto, cada niño maligno que pedía un helado gigante, se lo daba con
una sonrisa, luego se lo quitaba y lo arrojaba en el sanitario. Cuando aparecía
la Madre del monstruo: —¿Qué pasó con el helado de mi hijo?
Andrea tenía una
respuesta para cada situación: —Recién terminó el helado.
Miraba al niño
con expresión de bruja y éste se asustaba y decía a su Madre: —No sabés, Mami,
lo rico que estaba.
Andaba en una
super moto, a mil, intimidaba a los autos y muchas veces perdió la peluca, las
tenía de todos los largos y colores. Eran parte de su indumentaria, otra
táctica para encubrir su personalidad todo poderosa.
Otra camarera
llamada Cielo, que parecía un Ángel, tenía la misión de controlarla hasta su
partida. Un día Cielo la vio subir a un auto largo con el Alcalde Bolungui,
enamorado de ella, pasando por alto su impotencia comprobada.
Andrea se
aburrió tanto que empujó al Alcalde al Dique y partió con el auto negro, de
vidrios polarizados. Iba un Custodio que ella no advirtió. Alto, buen mozo,
rico y corrupto (no existe una cosa sin la otra). Se fueron juntos, tal vez demasiado juntos.
Trump los
protegió a ambos y ahora viven en una casa fetén, donde Andrea disfruta la vida,
tomando baños sin ropas, en una pileta climatizada.

Extraordinario !!!.... Cualquier semejanza con la vida real es pura coincidencia.
ResponderEliminarTiene Razón, Muchas Gracias, Sr.NE Un Abrazo.
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