—Señora,
disculpe que la interrumpa, pero su hijo se encuentra a caballo de esos
cristales blindados, su niño mide uno cincuenta, a ojos de buen Camarero, pero
él se halla en la parte superior, que tiene tres metros de distancia hasta el
piso.
La mujer entornó
los ojos achimangados.
—Gustavo Adolfo, bajá de donde estás porque el Mozo
tiene una mala onda, que ya mismo nos retiramos.
Una mujer alta,
gorda, danesa, con el monstruito regando con helado las ropas de los parroquianos
de la Terraza, tiró todas las sillas que encontró, le tiró del pelo a un bebé
en cochecito, que arrojó por un plano inclinado, llegando al cordón de la
vereda. Los Padres del bebé rampante, discutían sobre qué gusto llevarían los
helados. El joven Camarero, llegó justo al momento en que venían tres autos
cordoneando. Llevó el cochecito hasta adentro.
—¿Cómo se va a llevar a nuestro bebé sin avisar? Su prioridad es atender nuestros pedidos.
El Camarero tomó
el primer vasito: —¿Qué gustos desean los Señores?
Empujaron sus
panzas cerveceras contra la vidriera: —Yo quiero limón, chocolate, palta y ciboulette.
Para mi Marido, dulce de leche, mandarina, zanahoria y morrón.
El Camarero,
sin perder el control, les dijo que en los vasitos no cabían los gustos que
pedían.
—Además, helados verduleros, no tenemos.
La mujer bajó indignada,
con el cochecito en el aire, mientras su
Marido le dijo al Mozo: —El dueño de este lugar es un amigo que sabrá de
su injustificado comportamiento.
Se iban chupando
dedos dejados por el niño anterior, subieron a su auto y partieron. El niño
anterior aterrizó en el recipiente de residuos, metió la cabeza adentro y quedó
atrapado comiendo barquillo ajeno y pasando la lengua por restos de helados.
Cuatro mujeres
que no paraban de hablar y para sacar a la criatura, hicieron tanta fuerza que
casi degüellan al chico, llegó la ambulancia y el personal médico, no encontró
manera de solucionar aquello, cuando la cabeza quedó suelta en el cesto, con el
cuerpo separado.
Era gente recién
recibida, le pegaron la cabeza al revés, la cara mirando hacia la espalda y la
nuca al frente. La Terraza quedó con el piso lleno de helado, zapatitos de
niño, sangre por doquier, pedazos de mesa partidos, la mentira de los vidrios
blindados, totalmente estrellados. Se llenó de perros de la calle, que lamían
todo lo que encontraban, hasta el Camarero tirado en medio de aquel Apocalipsis
Now.

SUBLIME ...
ResponderEliminarBESOS DEL JOVEN CAMARERO..-
Gracias Unknown, el hijo que no tuve. Abrazo.
ResponderEliminar