─¿Lo puedo llamar Federico?─me pareció uno que se paga a sí mismo, o bien un pagado de sí mismo. Entonces lo empecé a llamar Director.
─La primera pregunta que debo hacerle es
cuántas películas filmó.
─Recuerdo las que me gustaron, es difícil
gustarse a sí mismo. La última película me dejó satisfecho, descubrí cosas que
no había pensado antes. Un mar hecho con nylon negro que se movía como las
olas.
─¿Y cuál era el objetivo de su última
película?
─Carezco de objetivos, filmo lo que me
interesa filmar. Los objetivos te llevan a un sólo lugar.
─¿Y qué le interesa de sus películas?
─Me complacen los finales que guardan
esperanza.
─¿Y a usted le parece que en este momento
existe la esperanza?
─Para mí sí, para los demás no sé. Tengo una
mujer que se llama Giulietta, me ayuda y me perdona todo, hasta que le meta los
cuernos por largos tiempos. Giulietta me espera, tiene la rara cualidad de
saber esperar.
─¿Y cuando le presenta sus amantes?
─Hace como que no existieran. No quiero
hablar de mi vida personal. En más de la mitad de lo que filmé, tenía entre mis
colaboradores uno que no le gustaron mis finales. Y como era el hijo del hijo
de cualquier empresario, logró filmar lo que quería. Discutimos demasiado y
preferí retirarme. De todos modos mis auspiciantes, dejaron de aportar para mi
película.
─¿Y usted qué hizo frente a tal oposición?
─Le pregunté a Giulietta, a ver qué pensaba
y dijo: “Yo pienso que tendrías que mandarlos a la mierda”.

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