martes, 31 de agosto de 2021

LOS ATENCIO (Parte V)

 

   Abrió la puerta Prudencia y se encontró con un desconocido muy apuesto. Ella le puso el bombín en el perchero. Lo obligó a quitarse el saco y la corbata, los apoyó con delicadeza. Se dio vuelta y le preguntó:

   ─¿Vos no serás Archimboldo Atencio?

   ─Él mismo, ¿en qué le puedo servir?

   ─Obvio, en lo que habíamos quedado.

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   Pasaron quince años, desde que concertamos con Electra la compra de la casa.

   Cuando entramos por primera vez, estaba la puerta cerrada, pero sin llave. Abrimos todo para ventilar aquel desastre. Nos dio terror cuando vimos la araña de cristal hecha añicos y una mano asomando bajo el escritorio. La mano era huesos. Las telas de araña pesaban como un acolchado. Un viento providencial se llevó todas las telas de araña.

   Electra entró en lo que sería su dormitorio, yo ocupé otro dormitorio lejano. Nos veíamos a la hora de comer. Quedamos en encontrarnos en la misma casa.

   Nunca podíamos porque había tantos vericuetos, puertas y ventanas que se abrían y se cerraban todo el tiempo. Las tapamos con cortinas de junco. Nos fuimos a vivir a dormitorios contiguos.

   Los ruidos extraños seguían y terminamos durmiendo juntas. Mandamos a lavar los lienzos que cubrían todos los muebles. Como quedaron blancos los volvimos a cubrir. Desde el sótano provenían las voces de los tres hermanos. El Viejo Atencio decía:

   ─Nos están invadiendo otra vez. Parecemos Armenia.

   Esperamos que fuera de día y bajamos al sótano. Estaban los tres viejos sentados, hechos huesos. Hablaban delante nuestro como si no existiéramos. Me atreví a tocar a la que fuera Prudencia, no sentí nada, parecía transparente, a Electra le pareció lo mismo.

   Decidimos meter los huesos en tres bolsas de consorcio.

   (Continuará)

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