─Íbamos por el Hijo número doce, cuando se
murió. Me dejó sola, ni siquiera me avisó.
─¿Sabías que tenía hijos con otras mujeres?
─Y cómo no voy a saber si tres de sus hijos
extramatrimoniales, viven con nosotros.
─Bueno, a vos te pasó lo mismo, tenés cinco
hijos y no sabés quien es el Padre de quien.
Hablaban cada una con su discurso, llegaron
a ser antagonistas, las charlas. Antes que las mujeres se despidieran, una a la
otra le dijo:
─Nos vemos.
La otra puso cara de estragada. Se dio
cuenta que su futil amiga, no servía para nada.
Pasaron dos semanas:
─Tus doce hijos robaron todos tus ahorros,
después fueron a casa y en complicidad con mis hijos, también me robaron mis
ahorros.
─Les fue bien, se llenaron de guita.
─Te seré sincera, por lo menos ahora tienen
trabajo. Con el tiempo podrán ser profesionales, no como los políticos que nos
roban sin título.
─¡¡Corten!!,
ustedes pretendían que los filmara, pero acá yo no veo talento ni trabajo. No
voy a perder mi fama con un montón de pendejos que ni siquiera se saben la
letra. Se pisan todo el tiempo, no mueven el cuerpo, están rígidos. Uno de
ustedes un día me preguntó: “¿Cómo sigue que no me acuerdo?”, eso en un ensayo
teatral. No los imagino en la pantalla, me cansé de verles esas caras de opas.
Voy a dormir, fue demasiado vulgar, necesito reponerme. Les quería decir que en
Buenos Aires, hay Profesores de Teatro que enseñan muy bien. Investiguen, que
para eso no necesitan saber la letra.
Cuando ya se
retiraba llamó a una chica del elenco, cuerpo perfecto, ojos azul muñeca, pelo
largo planchado rubio argentino y lo demás un tanto exagerado.
─Mi querida,
quiero que pases por mi despacho, mañana a primera hora, tengo algo que
proponerte, creo que vos lo sabés hacer, al menos tenés cara.

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