─¡Tantas botellas de vino!
Iluminó con la linterna y había cuatro niños
dormidos. Los arrastró hasta su camioneta y los cubrió con una lona. A la
madrugada los metió en una cabaña y los encerró con doble llave.
Cuando despertaron, trataron de abrir la
puerta pero no pudieron.
Los niños escucharon voces del afuera:
─Se pueden vender muy bien, lindos, rubios
de ojos celestes. En Paraguay hay muy buenos compradores.
─¿Escucharon? Nos van a vender, son
traficantes de niños. Dicen que nuestro destino va a ser Croacia.
─¿Y
qué harán con cuatro niños?─preguntó el más chico.
─De todo nos pueden hacer, sacarnos fotos
desnudos, castigarnos, filmarnos y hasta podrían revendernos.
Por una ventana tiraron ropas limpias, de
buena calidad y desde afuera nos gritaron que nos vistiéramos y saliésemos. No
pudimos ver nada, porque nos vendaron los ojos con cinta de embalar.
Después no sé qué pasó, tomamos pastillas y
nos despertamos en Croacia. Ahí nos arrancaron las cintas de embalar y perdimos
las pestañas y las cejas.
─¡Por
favor, no me lleven!, tengo mucho miedo.
─Es la segunda vez que nos despertás,
tenemos que disfrutar nuestra carpa frente al mar, por primera vez los cuatro
solos, flor de aventura. Y vos tenés pesadillas que son un espanto, no nos
cuentes nada. Es de noche, tomemos las botellas de vino, la mejor manera de
dormir tranquilos, por lo menos hasta que nuestros padres nos busquen,
desesperados.
─Nadie nos está buscando. Si somos huérfanos
los cuatro.

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