domingo, 1 de agosto de 2021

PRIMERA NOTICIA (Parte VII)

 

   Después del episodio de la cárcel apareció mi Tía Tola, quiso que supiera que Mamá y Papá se casaban de nuevo y volverían a su casa.

   Quisieron entrar y no pudieron, yo había cambiado todas las cerraduras. Golpearon muchas veces. Los miré por la ventana y estaban tirados en el último escalón, muertos de frío, muertos de hambre y vestidos con harapos. No pude más y les abrí. Pedí que se sentaran al lado de la chimenea. Preparé comida y se abalanzaron sobre los platos. Le ofrecí dos toallas para un buen baño, los dos olían a osamenta. Ellos no tenían ropa y la que tenían las había quemado yo, en la pileta vacía.

   También preparé dos de mis vaqueros, dos pulóveres y medias, sabía que no vería más aquella ropa. La vendieron a un ropavejero y volvieron desnudos. Mi Viejo se tendió en un coy, debajo de las glicinas.

   ─¡Qué lindo el olor a mi casa!

   ─Ni lo sueñes querido Papito, esta casa es mía.

   Él respondió:

   ─Estás equivocado, es nuestra, la Tía Tola se encargó de los papeles, yo solo tuve que firmar.

   Me miró con furia:

   ─Como pasaron los años y ustedes estaban desaparecidos, reza la Ley que esta casa es mía. Me ocupé de pagar los Impuestos atrasados. Les voy a pedir que ya mismo salgan de mi casa.

   Me hicieron caso y se fueron enseguida, me sentí culpable, porque recordé que eran mis Padres. También recordé el episodio de la fiesta sorprendente, el de mi mejor amigo, Karina, Penélope y otros recuerdos de mierda que prefiero olvidar. Esta vez elegí quedarme solo.

   El Steinway me esperaba, ejecuté varias piezas de mi preferencia.

   Cuando la casa se llenó de música, entró Pene por la ventana.

   ─Maestro, hace mucho que no nos vemos, pero las giras que estoy haciendo por el mundo me lo impidieron. Fui considerada la mejor pianista del mundo. ¿No lo alegran mis triunfos, Maestro?

   ─Y…no, no me alegran para nada, esas giras con premio se debieron a mí, que te enseñé todo lo que sabés.

   Pene le contó a Karina que fue volando hasta mi cama. La escuché a pesar de seguir tocando el piano.

   ─¡No quiero más mujeres aquí!, pero como despedida, nos podemos pegar un rapidito.

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