Margarita decía que tenía dos piedras
preciosas de la Reina Isabel de Inglaterra. No fueron un regalo de la Reina,
sino un robo descuidado de Margarita que vivía en la pobreza.
Mintió que en Inglaterra la hicieron
Princesa. Vivía en un castillo verdadero, con siete torrecitas y dos portones
cerrados. Las ventanas góticas con la luz siempre prendida. Tenía tantas
goteras que dormía con paraguas. Mantuvieron en secreto que Maggi era sobrina
del Príncipe de Inglaterra. A pedido de su Madre y como Carlitos era Carpintero
le arregló todo el techo, las canillas, la araña con caireles faltantes y la
pintura completa del Castillo. Llevó sus hijos, no reconocidos, que le ayudaban
a realizar semejante obra. Vivía cantando Óperas Margarita, con una voz de
soprano que inundaba todo el Castillo. Cuando llegó la comida, Maggi tendió la
mesa con un mantel bordado por doce Monjas y la vajilla que estaba escondida en
el sótano, preparó puré de zapallo, con un palmito para cada uno. Brindaron con
agua, porque Maggi estaba en proceso de rehabilitación.
─Margarita, le quiero decir que su Castillo
es mucho mejor que el Palacio de Buckingham y en medio de su soledad, tiene
aquí muchos hombres para elegir.
Margarita era vanidosa y ambiciosa. Cuando
escuchó lo de “muchos hombres para elegir”, le dio un ataque de sexo, que
demostró levantándose las tetas por encima del escote. Habilitó siete
habitaciones, una para cada invitado. Al primero que le echó el ojo, fue a su
Sobrino menor. Cuando lo vio desnudo se emocionó, no esperó nada para desatar
su lujuria noble de Princesa. Durante la semana encubiculó con cada uno de los
otros. Pero no tenían nada que ver, con el Sobrino de Margarita. Ése sí las
sabía todas, además leía sobre el tema, para complacer a Margarita, que se puso
de rodillas a la altura del cinturón de su Sobrino y le pidió por favor, que se
casara con ella.
Con las dos piedras que Margarita robó en un
descuido, mandó a diseñar dos anillos, uno para ella y otro para ella.

No hay comentarios:
Publicar un comentario