lunes, 4 de octubre de 2021

LUCECITAS QUE BRINDAN

 

   Mis Padres no tenían plata ni para comprarme un alfajor. Faltaban seis días para que vinieran los Reyes Magos. Me gustaba Baltasar, porque era negro y lo dejaban siempre último, igualito que a mí en la Escuela, los chicos me decía negro de mierda y era el último de la fila.

   Decía mi Mamá que les escribiera una carta donde les pidiera lo que quisiera.

   ─¿Cualquier cosa decís vos? ¿ Y cómo hago?

   ─Vos no sabés escribir todavía, con tus pensamientos la mandás. Ellos andan por el aire, no muy alto porque los camellos pesan mucho y a los Reyes les va a encantar no tener que leer.

   Esa noche me acosté en el jardín para verlos llegar. Eran dos lucecitas blancas y una, que no se notaba porque era negra. Me fui a dormir enseguidita, a ellos no les gustaba ser descubiertos. Les dejé un bidón de agua con el rolo de pasto más gigante que encontré.

   Tuve insomnio, me parece que de los nervios no podía dormir. A la mañana no encontraba mis regalos, esperaba cosas con volumen, pero fueron aviones de papel, chatitos, en uno lo nombraban a mi Papá: “Ministro de Economía Honrado”, a Mami su Título de Medicina. Cuando yo nací no pudo seguir estudiando, ellos la resarcieron. A mí me tocaron doscientos pasajes para recorrer el Mundo.

   Papi, Mami y yo, nos emocionamos tanto, que tuvimos los ojos hinchados como las gibas de los camellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario