Mis Padres no tenían plata ni para comprarme
un alfajor. Faltaban seis días para que vinieran los Reyes Magos. Me gustaba
Baltasar, porque era negro y lo dejaban siempre último, igualito que a mí en la
Escuela, los chicos me decía negro de mierda y era el último de la fila.
Decía mi Mamá que les escribiera una carta
donde les pidiera lo que quisiera.
─¿Cualquier cosa decís vos? ¿ Y cómo hago?
─Vos no sabés escribir todavía, con tus
pensamientos la mandás. Ellos andan por el aire, no muy alto porque los
camellos pesan mucho y a los Reyes les va a encantar no tener que leer.
Esa noche me acosté en el jardín para verlos
llegar. Eran dos lucecitas blancas y una, que no se notaba porque era negra. Me
fui a dormir enseguidita, a ellos no les gustaba ser descubiertos. Les dejé un
bidón de agua con el rolo de pasto más gigante que encontré.
Tuve insomnio, me parece que de los nervios
no podía dormir. A la mañana no encontraba mis regalos, esperaba cosas con
volumen, pero fueron aviones de papel, chatitos, en uno lo nombraban a mi Papá:
“Ministro de Economía Honrado”, a Mami su Título de Medicina. Cuando yo nací no
pudo seguir estudiando, ellos la resarcieron. A mí me tocaron doscientos
pasajes para recorrer el Mundo.
Papi, Mami y yo, nos emocionamos tanto, que
tuvimos los ojos hinchados como las gibas de los camellos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario