Emma ahora vivía con Laura, otra Hermana a
quién se le suicidó su Marido. Mamá fue al campo para ayudarlas con la
limpieza. Hacía podar las madreselvas porque decía que atraían a los bichos.
Emma se enojaba con Mamá, por cualquier
cosa. Cuando vio a Papá secar los platos, le arrebató el repasador y dijo:
─Éste es trabajo para Mujeres, los hombres
tienen cosas más importantes para hacer.
A Mamá no la querían ninguna de las dos,
cuando no escuchaba, hablaban de ella con desprecio.
─Pobre Jorge, qué persona ordinaria, fregona
y torpe encontró para casarse. ¿Viste cómo trata a su hija?
─Sí, ya sé como a una Sirvienta, se olvida
que la chica crece y no le compra vestidos de su tamaño.
─Yo la vi un día caminando por Florida y la
niña tenía alrededor de sus zapatitos, líneas de sangre.
─Es tu Nuera, Laura, deberías hacer algo.
─Yo no le puedo decir nada, no quiero que mi
Hijo sufra.
─Te acordás cuando le preguntamos a quién
quería más, si a la Madre o al Padre.
De inmediato contestó:
─A mi Papá lo quiero mucho más que a Mamá. Mamá
es muy mala conmigo, le gusta tirarme del pelo y darme cachetadas, también me
amenaza con que me vendrán a buscar del Asilo.
Una semana, mis Abuelas (yo les decía a las
dos: Abuela, porque vivían juntas), me invitaron a una casa que tenían en
Chascomús. Ni bien llegué me bañaron. Primero me gustó, esa bañera enorme, con
agua tibia y los patitos de goma para jugar. Decidieron lavarme la cabeza entre
las dos, me dieron miedo.
─Tiene razón mi Mamá, dice que ustedes son
monstruos, también dice que no hable con ninguna de las dos, porque digo
disparates y el que la liga es Papá, el que más sufre sin decir una palabra. A
él le gusta estar tranquilo, ya bastante tiene con aguantar a Mamá.
De grande me enteré que mi Madre era una
psicópata sin solución.

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