miércoles, 6 de octubre de 2021

NINFA

 

   Ni me acuerdo dónde lo conocí. Esperaba otra persona, pero por desgracia fue ésta, hijo de Madre perversa y de Padre pijotero. Cuando me presentó no les gusté a ninguno de los dos. Mejor, no quise verlos más.

   Con tal que esté con él, no le importaba nada. Quería dormir conmigo, pero siempre me negué, eso sí lo recuerdo. Teníamos piezas separadas y él por las noches me espiaba, cuando cambiaba mi ropa, por un insulso camisón.

   Le pegué chicle a la cerradura y a todas las rendijas. Era pajero genético. Me daba tanto asco que nuestro lenguaje se redujo a un sí o un no. Casi siempre era un no de mi parte y un silencio de él.

   Mis Padres murieron juntos en un derrape del auto. Yo tenía tres años, mi Tía Nela me hamacaba en el jardín para que no presenciara las lágrimas de los otros. Protegía a la hija de su hermana con dedicación y paciencia. Fui una niña insoportable para todos. Para ella que era soltera y sin hijos, le asombraba mi comportamiento. Me daba bronca no tener a mis Padres conmigo.

   Cuando fui grande, contraté un Detective público, con el dinero que le robaba a mi Tía Nela.

   ─Tus Padres están muertos, ¿cómo querés que los encuentre?

   ─Es tu oficio, si están muertos inventalos, esto último va con un plus interesante. Te dejo estas fotos, quiero que se parezcan a ellos.

   Y los encontró, era bueno en su oficio. Nos presentaron, simularon que me querían. Parecían una pareja de la Villa 31. Traté pero no pude, igual, ¿para qué? Eran pobres y ordinarios.

   Me presenté en la oficina del detective y le pedí que me cojiera. Hacía mucho que no lo hacía, con el agregado de su miembro tipo morcilla parrillera. Al poco tiempo me casé con él. Y después me separé. Los hombres no sirven ni para eso.

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