jueves, 25 de agosto de 2022

ALTA EN EL CIELO UN

 

A Esperanza San Martín de Belgrano, le dio por envidiar a su criada de toda la vida, Aurorita.

Esperanza, cuya familia había sido muy rica, tanto que ni ellos sabían cuántos dineros, propiedades y esclavos poseían aquí y en el resto del mundo, quedó sin un centavo.

Sola y sin amigos, su única compañía era Aurorita, que siempre trabajó sin sueldo y comiendo mendrugos.

Aurorita, era feliz, aún durante su edad avanzada y no se explicaba la envidia de la niña. Esperanza sinceró con palabras de mandatario sus deseos, quiso saber cómo hacer para obtener felicidad, siendo tan pobre o indigente, como se usa nombrar hoy día.

Aurora le dio una idea inmediata. Le propuso habilitar esa inmensa casa, forrada de madreselvas, como un lugar para producir alguna alegría, al que necesitara privacidad y demás perversiones, que trajeron estos tiempos.

Esperanza le preguntó quienes podían habitar ese lugar, que dejó de ser bello hacía tiempo; Aurorita, hiperinformada, era su pasión, la puso al tanto de políticos, empresarios, diplomáticos, curas, monjas y gremialistas, que necesitaban espacios como ése, para desarrollar sus bajos instintos. A Esperanza la idea le pareció excelente, proviniendo de una india inexperta. La desesperanzó el estado de la casa. Aurorita, para hacerla corta, le dijo que el estado no existía hacía tiempo y eso que llamaban “estado”, era un conjunto de grasas descerebrados, drogadictos, corruptos, de lenguaje soez y prácticas aberrantes. Gente acostumbrada a revolcarse en la mierda.

Ahí Esperanza, tuvo un brillo de esperanza. El caserón era perfecto para alquilar sus habitaciones. Y le alegró no tener que limpiar, ni disfrazar de distinguido.

Aurorita le dijo que cobrarían en euros, el uso de la casa; a esas gentes los precios altos, los hacían sentirse altos y rubios. Emocionadas, ambas se abrazaron.

Actualmente, viven entre Londres y Oxford, en un castillo de habitaciones impecables y discretas. Las alquilan a los primeros ministros, a veces a terroristas musulmanes. A ellas no les importa la proveniencia, mientras paguen.

Argentinos no aceptan. Obvio.

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