lunes, 1 de agosto de 2022

LA PUERTA

 

   Espió por el ojo de la cerradura, no lo conocía, era un ladrón, si a ella no la visitaba nadie. Si no le abro me rompe la puerta y es nueva. Es lo único nuevo de la casa. Lo hizo pasar:

   —Sos un ladrón, a pesar de mis noventa y ocho años, te parto este jarrón en la cabeza.

   Y se lo partió, se alegró, porque fue regalo de su suegra.

   Siguió con palos de golf sobre la espalda, encontró un martillo y le partió los dedos de los pies, con una maza le rompió las rodillas. El ladrón intentaba explicar.

   —No me dirijas la palabra, delincuente perverso.

   El hombre trataba de incorporarse tomado de la puerta.

   —Ah, me querés robar la puerta que me mandó a hacer mi sobrino, por seguridad ¡Oh, qué seguridad!, una puerta.

   La de latón era lindísima, ahora tener que limpiar toda esta sangre, a mi edad.

   Ahí lo veo que se va, en cuatro patas, ya va por mitad de cuadra, suena el teléfono:

   —Sí, soy yo, no sabés sobrino, gracias a tu puerta nueva, lo que me pasó. No te preocupes, al tipo lo hice picadillo…

   Escuchó la voz enojada del sobrino:

   —Tía, me volvés loco!, el Sr que te visitó hoy, es el que se encargó de hacer la puerta, con blindaje escondido, hoy te llevaba las cerraduras de seguridad ¿Qué le digo yo al tipo, ahora? ¿Qué le digo?? ¿Eeh?

   La tía respondió en voz alta:

    —Decile que las puertas que hacen son una mierda, cualquier ladrón entra como pancho por su casa. Traé la de latón, esa no falló nunca.

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