—No te pongas
los dedos en la nariz, usá pañuelo, como dice Mamá. ¿Sabés hacer pancitos?
Es un agente
encubierto del asco, me mostró su colección de pancitos en el retrato de
nuestro Padrastro. Tenía razón, se lo merecía, le pegaba a nuestra Madre, era
un tipo de tomar vino hasta el fondo. Ella lo arreglaba con maquillaje y lentes
oscuros. A nosotros nos daba con todo. La Señorita preguntó si nos peleábamos
seguido. Mi hermano, que es un poeta le decía que el chico más grande de la
manzana, nos robaba la pelota y así nos ganábamos los golpes.
Para mi hermano,
la pelota era más hermosa que la luna, la defendía como a una novia. La
Señorita nos mandó al Gabinete y vinieron nuestros Padres. Se hacían los
sorprendidos:
—Nosotros
concurrimos a Terapia de Pareja, pero no hablamos de los chicos, creo que ni
siquiera sabe de sus existencias.
A los Padres se
los acusó de abandono de personas, agresiones reiteradas y negación de la
Potestad. Los chicos, en la duración de los litigios crecieron, uno tenía
quince años y el hermano dieciocho. Les otorgaron una casa con una Acompañante
Terapéutica, que los dejaba ser y eran felices. De noche se turnaban para
entrar a su habitación, ella les enseñó todo lo necesario para hacer feliz a
una mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario