jueves, 4 de agosto de 2022

EL VIENTO

 

   Se enojaba si no le avisaban, así contó él. Alguien del laburo lo llamó para decir que Luis estaba enfermo. No preguntó nada, se derrumbó junto al teléfono. Mientras el viento quería llevarse sus rulos había palabras que se perdían, lamentos ciertos y definiciones inciertas. El café frío de tanto hablar y el pucho apagado. Le agregó azúcar que el viento dispuso fuera de la taza. Prendió el encendedor cuando advirtió, entre sus dedos, el apagado terminado. Parecía capaz de fumar otro y llegar fuera de hora. Lo hizo. Se despidió confuso y caminó errático.

   Hoy nos dijo que Luis murió. Habló de la injusticia de esa ausencia, un intelectual, un soñador, un grande, uno de esos que no se perciben de tanto que armonizan con la vida. Tapaba con bronca el dolor que no lloraba. Pagó el café de memoria, se despidió con abrazo y sonrisa de percha. Dio pasos apurados, quiso ser puntual. Cuando dobló la esquina sopló un viento repentino.

   Pasaron muchas horas y no deja de soplar, arranca las hojas de los árboles del verano, silba, cruje, grita.

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