Le hicieron una
entrevista:
—¿Por qué no
participa en concursos? Un cuento por
día, no publica y lo sube a su blog, ¿Le lleva mucho tiempo escribir uno por
día?
Contesta ella:
—Todo el día, lo
subo a las cero horas.
—¿No le sería
más redituable publicar?
Contesta ella:
—No, porque
terminan durmiendo en una biblioteca, con el agravante que no hay lectores.
—Permanecer
sentada veinte horas, ¿qué consecuencias le acarrea?
—Tengo suturado
el culo, me evita ir al baño, no tomo agua, ni la vejiga funciona.
—¿Es verdad que
una vez por año va a la India y tiene un gurú que sacia sus experiencias?
Contesta ella:
—Voy por placer,
pero lo de saciar sería imposible, soy insaciable.
—¿Escribe
durante ese tiempo?
Contesta ella:
—No, son vacaciones,
subo cuentos viejos y con extrañeza, noto lectores nuevos. Me interesan
Irlanda, Polonia, Ucrania y Rumania. Tengo seguidores añosos. He sido invitada
por personas maravillosas a esos países. Son humanistas medulares. Tengo un
novio irlandés que lamenta mis cisuras, él me tipea los cuentos y todo el
plomazo internetiano. Yo le agradezco con prácticas privadas. Ponemos el
despertador para no entorpecer la escritura.
—Su novio, ¿qué
hace durante sus ausencias literarias?
Contesta ella:
—Es ingeniero en
sistemas, computea con su secretaria.
—¿Alguna vez
tuvo marido, hijos?
Contesta ella:
—Tengo un hijo
que no le gustan mis cuentos, él es dibujante, a mí sus dibujos me disgustan,
nuestra relación es equilibrada. Creo haber tenido un marido, pero se ha
diluido en mi memoria.
—¿Algo más
quiere agregar?
Dice ella:
—Si lo hiciera,
sería en un cuento. Dejamos acá, como dicen los que profesan a Freud y Harry
Potter.
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