miércoles, 31 de agosto de 2022

CULO EN TIERRA

 

   Se globalizó, gracias a los pocos humanistas sobrevivientes del Holocausto Tecnológico, la idea de arrojar a la estratósfera todos los celulares del mundo, las computadoras, los electrodomésticos y todos los miasmas al servicio de la nada, inclusive los consoladores y los consuelos políticos mendaces. Los Cónsules también, nada más al pedo que los Consulados. A los adictos al celular, diestros, sólo les pudieron despegar el aparato con aguarrás, thinner y ácido muriático.   En cuanto a los zurdos, que siempre fueron históricos opositores, se les cortó la mano. Los árabes sabían hacer el trabajo, con oficio. Reciclaron las computadoras, devinieron en ladrillos para la construcción de viviendas, las pantallas fueron ventanas y con las teclas jugaban a los dados.

   Los niños, por fin, hablaron con sus padres, cara a cara. Aprendían en sus casas, suprimieron Escuelas y  Facultades, consideraron que en ellas desaprendían. Leían en libros de culto y amaron escribir a mano, los mouse eran ratas que debieron combatir con granadas de mano, que el Tío Sam dejó de usar para las guerras. Cada ser humano de la tierra plantaba árboles de todas las especies. Suprimieron la palabra dinero, euros, dólares y yenes de todos los Diccionarios. En los tiempos libres jugaban al Ajedrez, así ampliaban la memoria y el Go les sirvió para respetar al otro, con estrategias gentiles. Las estrellas se cansaron de vivir tan lejos y bajaron a la tierra, para chusmear las novedades. El sol y la luna se quedaron en el molde, eran las encargadas de dar calor y sueño, respectivamente.

   Desaparecieron las fronteras, todos paseaban por donde más les complaciera. Nacieron niños chinos de pelo mota y ojos eslavos, mujeres africanas, rubias, con ojos japoneses. Nadie tomaba vino ni birra. Por sus poderes terapéuticos, fumaban porro. Sembraban en el mundo entero. Los narcos fueron arrasados por tsunamis, que los hundieron en el fondo de los océanos, junto a la Estúpida y sus K-chorros.

   Los Argentos por fin sonreían de oreja a oreja.

   El uso de la silla fue olvidado y los humanos descansaban culo en tierra.

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