—Terminal!
El chofer vio un
pasajero dormido, le palmeó el hombro. Se despertó como si siempre hubiera
estado despierto:
—Chofer, me he
pasado cuatro estaciones, culpa de la patota.
El chofer
preguntó qué patota.
—La que me tiró
al piso, me robaron, me hicieron este tajo y me…
—Un momento Sr,
fíjese si tiene todo lo que llevaba.
Estaba el
llavero, la billetera, documentos y celular.
—Y en cuanto al
tajo de la cara, yo no veo nada, trompadas ni el espectro.
El pasajero se
levantó y dijo:
—Tendrá que
acompañarme a hacer la denuncia.
Lo miró mal el
chofer:
—Ud pretende que
yo, haciendo catorce horas de laburo lo voy a seguir a la yuta. Cómo se reirán
de su declaración y por ende de la mía.
El hombre se
acomodó el sombrero, subió camisa y corbata hasta el mentón, dejó que cayera a
su aire. Fueron en el micro hasta la comisaría. El pasajero denunció los
vejámenes a que fue sometido por una patota, que quiso robarle todo lo que
llevara encima, explicó que por suerte tenía todo. En lo mejor apareció una
mujer elegante y furiosa:
—Éste bueno para
nada que ven acá, es mi marido, es sonámbulo, puede sonambulear cuatro días
seguidos y nadie lo nota. Apariencia normal, pero sus pensamientos avizoran
incendios, bombas, fusilamientos. El vicio que tiene es subir a un micro
sonambuleando, con la zarandaja del micro imagina situaciones. Queda tieso
porque duerme hasta el final del recorrido.
—Uds disculpen,
Sres policías, no volverá a suceder.
Cuando se fue
quedó el chofer, que tenía la boca abierta, parecía para siempre.
—Si les cuento
no me lo van a creer, pero fue así. Ella también es sonámbula y más de una vez
me la he tenido que llevar a casa, se duerme conmigo y dice cosas que me vienen
bien, yo manejo todo el día, si la Sra quería manejarme a mí, que se maneje.
Igual es buena gente, aunque sean sonámbulos, peor ser negro, chino, judío,
argentino, eso sí que es peor.
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