martes, 23 de agosto de 2022

CANALLAS

 

   Un depto. En un primer piso. Él dormía. El gato le amasaba la panza. Eso le daba quietud.

   Los despertó una manifestación repentina, abajo quemaban papeles, botellas plásticas y lo peor, neumáticos, diez pilas ardiendo como el Averno.

   Por los intersticios de las ventanas, se colaba humo negro. Se puso un gorro de lana que tapaba su cara, abrió la manguera y mojó a los manifestantes, que le agradecieron el agua porque el calor era demoledor.

   Él quería apuntar a los neumáticos. Largaron más humo y más negro. Le pareció atinente salir del edificio. Había tizne en las paredes, el piso, techo y habitaciones. Él ya no veía, fue a buscar al encargado.

   —Lo que te conviene es hablar con el dueño.

   El dueño le dijo que lo más conveniente era ir a la Municipalidad. Lo atendieron de inmediato.

   —Nosotros pedimos Denuncia Policial, ARBA, AFIP, ANSES, ALEPH, con eso vuelve aquí mismo y vemos.

   Se fue cabizbundo y meditabajo. A las seis cuadras, mirando un gato se acordó del suyo y corrió hasta abrir la puerta. El living, blanco, encerado, al igual que los dormitorios, cocina, sanitarios. Le habló como si fuera a una persona.

   —Vos, gato gordo. ¿No sabés quién produjo este milagro?

   El gato, dándole la espalda, mirando por la ventana, respondió

   —Yo, ¿Quién va a ser?   

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