Nos mintieron,
los hombres no bailaban con hombres. Para eso estaban las mujeres, que llegaban
en alpargatas y las cambiaban por zapatos, de taco alto infinito.
Se bailaba en
esquinas sin ochava, con un bar pleno de alcohol, grapa que ya venía mezclada
con escupitajos españoles. Vino de uva mosqueta, cabernet para los debiluchos y
tinto borgoña para los ricachones. También vino suelto para los ricoteros.
—Muchachos y
chicas, adentro se toma, afuera se baila, hay que ponerle los pies a los
adoquines, es más difícil para las damas, pero tienen que aprender a levantar
la pata, es más cómodo para el hombre.
Así habló “Don
Javier” la noche que inauguró aquel boliche entrañable. La Hilda, concubina de
Don Javier, era una artista para revolear la pata y no decía jamás que no a una
inclinación de cabeza, apenas leve.
Cuando Don
Javier se dormía sobre un barril que le hacía de mesa y de almohada. Salían
todos los tipos a pedir a la Hilda, de bailar un tango modernoso, la agarraban
los mejores, le metían la pierna de él, adentro de las de Hilda, que sabía
manejar el tajo del vestidito negro, algún voyer se daba cuenta. Los más
hábiles se la metían y ella se doblaba hacia atrás, para hacerle un lugarcito
más y tapar con la melena, aquel placer.
Uno fue a
alcagüetear a Don Javier. Ella entró a la pieza en alpargatas y dada vuelta del
pedo que se agarró.
—Tengo que
hablar con vos.
Este viejo
choto, si ahora me voy a dormir la mona.
—Quiero que te
mandes mudar, me hacés quedar como un cornudo.
Ella se fue sin
contestar, con las crenchas para cualquier lado, agarró para cualquier lado. Se
puso el traje de laburar y fue al Puerto. Todos la vieron mareada, pero nadie
dijo nada.
Avisó que iba
hasta el baño y a partir de ahí o después, desapareció de todas partes. Ya van
a cumplirse cinco años, que nadie sabe dónde fue. La Hilda lo quería a Don
Javier, como quieren las putas, pero lo quería.
Por eso nadie se
explica lo que pasó. Don Javier cerró el boliche, se fue a recorrer el mundo,
caminando de día y llorando de noche. Ya estaba viejo Don Javier, pero todavía
sigue buscando.
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