Pepa era una mujer insoportable, hasta para sí misma. Hacía solitarios, miraba películas, leía y escribía. Lo único interesante eran sus solitarios, el resto, tercera categoría. Se anotó en un concurso de revistas mejicanas y lo ganó. Setecientos ejemplares vendió. Con ese dinero construyó una biblioteca pública con libros de autores desconocidos. Sus padres negaron que fuera hija de ellos. Pepa se enojó tanto que los molió a fustazos.
Le hicieron un juicio oral y público donde
fue acusada por abusos parentales. Salió sobreseída por famosa y la ausencia de
algunos tornillos que le faltaban en la cabeza y nadie los podía encontrar.
Pepa se tomó fotos con el juez, el fiscal, el abogado defensor y otros
corruptos del mismo estilo.
Le hicieron una propuesta más que
interesante, llegar a la presidencia de la República de Dronlan. Pepa les
agradeció mucho ser presidenta sin votación previa. Los dronaleses le pedían
autógrafos. Ella los firmó y no terminaba nunca. Un dronalés quedó sin
autógrafo. Pepa le dijo que a muchos no les pudo firmar. Dio un discurso en un
dronalés perfecto.
—Dronaleses
a las cosas (eso lo copio de alguien)
Punto uno: tienen que bañarse, peinarse y yo
les doy el dinero para que se compren ropa de merca, me equivoqué, de marca.
Punto dos: los barcos con cargas que lleguen
a esta tierra deben bajarlos ustedes. Estarán todos contentos y gratis.
Punto tres: contienen cocaína, heroína, cannabis,
morfina y metralletas por si hubiera descontentos. Los piratas del asfalto estarán
de nuestro lado.
Punto cuatro: y dando los trámites por
cumplidos, yo me voy a hacer solitarios y mi última despedida de Dronlan será:
váyanse al carajo y déjenme de joder.
Rubrico con mi nombre “PEPA”.
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