Primero tuvimos una cocina a kerosene.
(Esta
mujer está cada día más loca) El único inconveniente que tenía era la comida,
salía con gusto a kerosene.
La cambiamos por una garrafa, era muy
buena, daba calor mientras cocinaba, con una sola pava preparabas café, té,
sopa.
(Allí me quemé las pestañas encendiendo un
porro)
Cuando mudamos el rancho cerca del pueblo
compramos una cocina verdadera, con horno, anafe y barbacoa.
(Sí, es cierto, está loca) El rancho lo
transformamos en una casa chica, rodeada de araucarias y enredaderas
desconocidas.
Un día nos levantamos con el pie izquierdo.
Porque nosotros éramos de izquierda.
—Roque, mis manos están quemadas.
—Agarraste la fuente sin los guantes que te
regalé.
—De ahora en más cociná el pan vos.
—Para eso están las panaderías donde se
encuentran bagettes recién hechas tibias y crocantes. Te voy a traer para que
pruebes. (Le voy a proponer que vaya ella.)
—Ni
en pedo, ¿cómo voy a salir con esta cara?, deforme y quemada, los hombres y los
chicos me van a mirar con asco y miedo.
—Me parece que andás con ganas de otro hombre.
(¿Quién le va a dar bola?)
A las dos horas estaba con un tipo muy
buenmozo, lo trajo a casa y me lo presentó. Era más joven que ella estaba tan
entusiasmado, la besaba en la boca y le apretaba las tetas y el culo.
—Disculpá, Roque, quiero que nos separemos. He
conseguido un marido de repuesto. Se llama Ángel y es un Ángel, y limpia,
cocina y me baña. Me compró un camisón transparente para cojerme el tiempo que
le sobraba.
—¿Y
cómo se banca el Ángel, una mujer con cara quemada hasta los tuétanos?
—Roque, me salió redondo, Ángel es ciego…
No hay comentarios:
Publicar un comentario