viernes, 7 de junio de 2024

POLONIA

    Kartosky, amigo de Pietosky, vivían a cuarenta km de distancia, se juntaban todos los días en la casa de Mika. Era una valiente que quedó sola. Sus padres murieron en una guerra sin sentido, como todas las guerras.

   La quisieron adoptar, como cinco matrimonios. Ella les negó a todos una familia nueva, con el recuerdo de la suya, le bastaba. Kartos y Pietos corrían aventuras con Mika, tenían las mejores ideas. Todas de alto riesgo como trepar piedras y desde allí tirarse a ver quién llegaba más lejos. Ella los compensaba con comidas extrañas, sus amigos hacían que deglutían y luego escupían, o decían “voy a hacer pis” y vomitaban.

   Mika se enamoró de Kartos, en una de sus tantas caminatas se le tiró encima, le di un beso y otras cosas. Él no quiso, de ese modo tan explícito.

    —Si tenés tiempo te leo mis libros preferidos, vas a ver que te vas a divertir y necesito que Pietos esté presente. Escribe muy bien y es encantador escucharlo.

    —No entiendo, los tres fuimos a la misma escuela, ustedes aprendieron y yo, nada.

   Le dijo Mika:

   —Y si vos ni mirabas el pizarrón y odiabas la matemática, preferías trepar árboles. Quiero que se enteren, no pienso casarme con ninguno de los dos.

   —Nadie pidió tu mano, las mujeres nos dan miedo y espanto. Son mandonas y te ves obligado a realizar cosas que no te gustan. Enseguida quieren tener hijos y nosotros seremos los encargados de cambiarles los pañales.

   Habló Mika:

   —Todo lo que me denostaron no es joda. Además ¿quién habló de casamientos e hijos? Yo prefiero jugar tiempo completo, me faltan muchos árboles para trepar y conocer sus nombres. El que sabe al respecto es mi nuevo amigo Kielovsky. Si llega a pedir mi mano, se la entrego y me pongo al día, como corresponde lo que corresponde.

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