jueves, 13 de junio de 2024

CUARENTA GRADOS

    La maestra de cuarto lo llamó para corregir su cuaderno. Él contemplo las pestañas de seda, esa manos de paloma cerrando en un rojo fuego dando vueltas las hojas, le hacía cosquillas en la nuca. El perfume lo embriagaba. La señorita lo felicitó, escribió muy bien diez, excelente y le besó una mejilla.  Bruno sintió que le temblaba todo el cuerpo y sus oídos escucharon una voz familiar:

   —Es altísima, traé el jarabe.

   Sonó el timbre de salida, llegó a su casa y apoyó la mejilla en un azulejo del baño. Quedó estampado el rouge, Bruno besó con fervor aquella mancha, tenía frío y calor al mismo tiempo.

   Llegó temprano al aula y ella lo esperaba, le ayudó a quitar su mochila y él pudo ver el principio del escote. La señorita atrajo la cabeza de Bruno para que escuchara los latidos de su corazón. Sintió el privilegio de poder tocar con su oreja aquellas cosas mullidas.

   —El tema de hoy es el corazón —dijo la seño.

   Sintió que la sangre entraba en ebullición y de nuevo la voz lejana: 

   —Traigan paños fríos, sigue alta.

   Llegó el momento que tanto deseaba. La maestra lo abrazó y llevó la mano de Bruno ahí, justo ahí. Escuchó a su madre:

   —Ya está bajando, ahora que duerma se lo nota agotado.

   Quiso retornar, la escuela estaba cerrada. Sus padres y el médico rodeaban la cama, sonreían. Cerró los ojos, tranquilo, un líquido extraño mojó el pantalón de su piyama.

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