—Srta, los chicos me dicen bastardo porque mami y papi se divorciaron. Mami se quedó conmigo y papi desapareció.
—No te parece que estás grande para
llamarles mami y papi, no! no! se dice mi madre o mi padre, que ya no es tuyo
porque se fue de tu casa. Niño joven, lindo y bueno, te voy a contar un
secreto, esto es entre vos y yo, no se lo digas a nadie. Yo no tuve madre ni
padre, nadie me reconoció ni demandó mi presencia. Y yo, como lo más la pasé
fenómeno. Trabajé de mucama en casa de gente rica. Ellos me pagaron los
estudios y acá ves, soy tu maestra.
—Le quería decir srta, que la quiero mucho y
que repetí apropósito para estar otro año más con usted.
—¡Ay! Sos un amor, vení aquí, me dieron
ganas de darte un abrazo.
—Uuuy, no sabía que un abrazo tan apretado
podría asfixiarme entre sus tetas, perdón, entre sus pechos.
—Vos
hablá como quieras, hoy te invito a comer a casa, de paso te presento a mi
hija, tienen la misma edad y se van a divertir. Mientras permanezcas con
nosotros no quiero nada tecnológico. A guardar computadoras y celulares.
La srta ni se imagina como nos divertimos, cuerpo
a cuerpo, beso a beso. ¡Guau! Tuvimos suerte, la casa estaba vacía. La srta
tiene el turno tarde también y una cama gigante y mullida para nosotros dos.
No sé por qué la cama me recordó los pechos
de su madre.
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