domingo, 9 de junio de 2024

SI YO NO QUIERO ME VOY

    Ni pasaba por la Escuela. Dijo a sus Padres que no gastaran en la inscripción, no estaba en sus planes estudiar. Carmina vivía en un mundo con trazados firmes. Si era invierno tiraba el acolchado.

   —Es como dormir con un peso sobre mi cuerpo. Lo de sabanita lo acepto, para que no se pongan tristes, la termino usando de pañuelo, hecha un bollito de sonar. Igual Mami, vos preferís que me suene antes de tragarlo.

   Su hermana, Delfina, hacía de cuenta que no existía. Sentía que sus Padres la querían más a Carmina, un desastre en todo, que ella que era aplicada y prolija, obedecía cuando se le pedía una colaboración. A Carmina no la obligaban a nada, usaba artilugios.

   —Ma, voy a bañarme en el río, llevo jabón y tohalla, vuelvo al mediodía.

   Y volvía al atardecer. La corriente del río la fue llevando hasta donde vivía el Músico, ella estaba violeta y perdido el jabón y la tohalla. El Músico la hizo subir al puentecito, tenía los ojos cerrados y le alcanzó una bata.

   —¿Sos ciego?

   Lo vi que tenía ganas de mentirme.

   —No, pero cerré los ojos para no avergonzarte, a lo mejor no te diste cuenta, pero la corriente te quitó la malla.   

   Ella se hizo pasar sola a una sala ocupada por un piano de cola.

   —No sé cómo serás vos, pero en casa todos nos bañamos desnudos, mis Padres decían que así vinimos al mundo y la ropa fue un invento para molestar, cuando vamos al Pueblo sí nos vestimos, por la gente, para que no nos dejen afuera.

   El Músico empezó a tocar la Quinta de Beethoven. Ella la escuchó toda, luego aplaudió.

   —Yo sé que tocaste la Quinta de Beto el Joven.

   El Músico complacido le enseñó cómo se pronunciaba. Carmina le dijo que ya sabía, pero le quedaba mejor Beto el Joven.

   —Yo tengo diez años ¿y vos cuántos tenés?

   Él le dijo que veinte. Carmina sacó la cuenta.

   —Te autorizo a casarte conmigo, si yo tengo novecientos pesos ahorrados, vos tenés veinte más, es una buena dote que a mis Padres les vendría bien para pagar el Colegio de la estúpida de mi hermana.

   —Carmina, me encanta, pero sos muy chica y yo un viejo.

   Ella tocó unos acordes de Para Elisa y le contestó:

   —A mí me encantan los viejos y tengo una idea, yo te espero hasta que vos digas, no me quiero perder ese turno. Vení conmigo a mi casa, pero no les cuentes nada.

   Los dos, con viento en contra, se hicieron presentes. El Padre le desconfió y la Madre temblorosa.

   —Está lleno de pedófilos aquí en Valle Hermoso. ¿Cómo sé que uno de ellos no sea usted?

   El Músico explicó cuál era la situación. Les contó hasta la propuesta de la niña para después. El Padre quedó prendado del relato del Pianista.

   Y bueno, Marta pensó que le podía enseñar. Carmina sintió que el Músico la había traicionado y merecía un castigo ejemplar. Se hizo la amable con Delfina y le contó el secreto que debían compartir: el Pianista del puente abusó de su inocencia y la amenazó: “Si alguien se entera de esto, te sumerjo en el arroyo, no sin antes dejarte sin respirar”.

   Delfina dijo a su hermana, que ella se ocuparía. Un día faltó a la Escuela y se metió en la casita, el Músico estaba tocando el adagio de Albinoni. Le sorprendió ver a la púber desnuda, con un cuerpo de mujer. Hizo lo imposible para que el Músico perdiera la razón y cuando él se dispuso a penetrar aquel ángel tan dispuesto, Delfina le clavó en la espalda el cuchillo más grande que realizó su Padre en la fragua. Delfina se bañó en el río, se puso el uniforme y marchó a su casa, donde habían empezado el almuerzo.

   Carmina se levantó para besar a su hermana. Los Padres no se asombraron, porque Carmina tenía gestos imprevisibles.

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