martes, 27 de agosto de 2024

MONSALVE

    Hacía mucho calor, vinimos de la calle y nos tiramos en la pileta. El agua estaba helada, salimos enseguida. Nos tiramos a tomar sol plagiando a Mica de Orense, vuelta y vuelta y otra vez vuelta y vuelta y otra y otra.

   Hacía tiempo que a mi Marido lo llamaba Monsalve, emulando a un Otorrinolaringólogo del Pueblo. Cuando le decía algo no me escuchaba, cada día menos.

   ─¿Monsalve, me vas a comprar cigarrillos?

   ─Desde luego, aunque estén caros te traigo alguno.

   Tardó mucho, me preocupó hasta que llegó con un anillo de brillantes.

    ─Monsalve, te equivocaste, yo te encargué cigarrillos y me trajiste un anillo de brillantes como si fuera nuestro aniversario.

   ─Me pareció raro porque jamás hemos compartido semejante desgracia.

   Un día me confesó que de un oído no escuchaba nada y del otro más menos que más. Pedimos un turno con el Doctor Monsalve y yo lo acompañé.

   ─Aquí le traigo a mi Marido Monsalve, Doctor Monsalve.

   ─Tenemos el mismo apellido, ¿no seremos parientes acaso?

   ─Doctor, se ha equivocado, mi nombre es Monsalve, no mi apellido.

   ─Buenos, Señor Monsalve, recuéstese aquí que voy a inspeccionar primero el oído que tenga más dificultad. Mm, mm, mm. Ya veo, está lleno de cera, me resulta imposible quitarla, es tan dura y de un extraño color verde tornillo. Vamos a probar con esta tenaza. Y de a poco va saliendo, mire usted, tenía un corre que vuela que crecía dentro de su oído. La tendré que podar, aunque sea por estética, no va a andar por ahí con un corre que vuela colgando de su oído. Sigamos, en el otro no tiene nada.

   ─A ver, Señora, ahora recuéstese usted. El derecho está perfecto y el izquierdo con esta leve extracción, lo tendrá como nuevo. A su edad, como a su Marido, la audición disminuye.

   ─Doctor Monsalve, yo tengo oído absoluto.

   ─Pero el tiempo va debilitando todas las funciones, por eso ahora, su oído es relativo.

   Nos despedimos tipo: muchas gracias, Doctor Monsalve y esas cosas que se dicen cuando uno se va.

   ─¿Vos sabés Monsalve, que a mí del oído izquierdo me sacó una enredadera y la enroscó como si fuera un aro?

   ─No te molestes en hablarme porque igual que a vos, yo no te escucho absolutamente nada.      

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