martes, 20 de agosto de 2024

PLENILUNIO

   Hicimos un paseo postprandial, se cayó una vez por cuadra, veinte cuadras, veinte caídas.

   —Abuelo, ¿por qué no usás bastón?, o mirá el piso al caminar, o…

   El Abuelo me puso cara de cachetada. —Tengo muchos años y no quiero perder los que me quedan con la cabeza mirando las baldosas rotas, gracias al chorro del Intendente. Cuando dejo mis piernas a su libre albedrío, me regalan los nombres de los árboles que no recordaba, la camamila que me daba tu Abuela, diviso las brevas de una higuera y cerrando los ojos tengo tus años. Hay subidas y bajadas como los médanos del Cairo y me enojo por no encontrar los camellos de aquel tiempo. Tanto ensoñar, y ver que algo quedó, aterrizo.

   El abuelo está viejo, pero es sabio, no quiere ayuda para ponerse de pie, está loco, a mí me gustan los locos, la gente sensata me da sueño.

   —¿Abuelo, y si vamos a tocar el violín a la punta de la montaña, donde se ve el mar?

   Tardamos tanto con sus derrapes y el cuidado de los violines, que se prendió la luna. Llegamos justo, como para el adagio de Albinoni, Claro de Luna…

   Mi familia se preocupó por la tardanza, considerada desaparición. Salieron a buscarnos, todo el vecindario de casa separadas, juntó sus fuerzas. Temieron lo peor y se repartieron en caminos diferentes. Nosotros escuchábamos el eco de sus voces y los perros ladrando a la luna.

   El abuelo decía: —Ayudame a no romper esta noche, es luna llena y nuestro repertorio alcanza hasta el amanecer.

   Le dije que sí. —Con mucho gusto, Abuelo, no sé por qué la gente piensa que somos eslabones. Siempre agarrados por algo, presienten lo peor y no hay magia en sus angustias.

   El Abuelo tironeaba de mi brazo, hasta donde las olas rompen en las piedras, los dos teníamos los dedos con sangre, guardamos los violines. Emprendimos el regreso, subimos con dificultad, pero bajamos como dos pendejos.

   Ya cerca de la multitud que nos buscaba y los perros que saludaban con alegría, los grandes nos puteaban como a dos estafadores. Mis hermanos consideraron una traición no haberlos invitado.

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