sábado, 31 de agosto de 2024

LAS RUINAS DE SAN IGNACIO

    Partieron para descubrir dónde estaba aquel diamante. En su camino la pura selva y ladrillos perdidos que les rompían los pies cada vez que tropezaban. Decidieron vendarse con la vestimenta que traían, siguieron caminando, alguien dijo que se apresuraran.

   Llegaron a destino con precipitación, era la única forma de conseguir el diamante. Encontraron la casa a medio caer, estaba allí en la noche. Una mano de seda de mujer virgen o india puta.

   Pensaron la segunda opción. Ella estaba preparada para todos, les advirtió que de a uno era la cosa.

   Ellos cumplieron más de virgen que de puta. Les dijo que debían pagarle con un diamante. Debieron decirle: la señora virgen, que la joya que tanto ambiciona cuelga de su cuello. Le advirtieron que tuvieran cuidado en cualquier árbol con ramas bajas: usted misma sin darse cuenta quedará ahorcada… Y así fue, pero gritaba, no terminaba de morirse.

   La degollaron y cayó el diamante cubierto de sangre. Nadie quiso tocarlo. Hicieron una tumba para la india puta y al diamante lo apoyaron sobre el corazón de virgen. Se escucharon latidos bajo tierra, salió una mano de seda y les regaló el diamante prístino. El gesto fue acompañado por una voz que les decía que todavía dudaba si era mejor ser puta que virgen.  

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