—Recorrí muchos países por trabajos de la empresa “Tupac Encomandita Por Acciones”. Me eligieron por mi porte distinguido, mis rasgos regulares de ojos verdes convincentes, como mi voz profunda que hablaba cinco idiomas y exponía con lenguaje académico, las propuestas de la Empresa. Sabés que daba una imagen tan respetable, que los hombres se negaban la pretensión de invitarme, ni a una copa.
Corcho, su amigo
de la infancia, le miraba esa boca perfecta y quedaba en estado de gracia.
—Si querés saber
mi opinión, Jezabel, no podés seguir virgen con treinta años, te conozco de
chiquita, pero tu cuerpo clama deseos intensos, por parte del género masculino,
número singular, a saber yo.
Ella miró la
boca de Corchito y con lentitud de ofidio, le dibujó los labios con la lengua.
—Jezabel, quiero
que pruebes otras bocas en cada viaje, cuando termines con todos, yo te espero,
vos decidís.
Sus palabras
dieron permiso a mis ganas. En Tokio, un japonés alto, me besó reiki y luego
metió su lengua suave, recorriendo mis dientes. Cuando me despedí, descubro que
estaban blancos como la nieve.
El segundo punto
fue Emiratos Árabes, allí uno que elogió mi pronunciación de su idioma, tenía
ojos oscuros intensos y se acercó a mi boca, sonámbulo. Yo tomé la iniciativa
de rozar apenas sus labios violetas, había residuos de arena, en aquella boca.
No me gustó, pero le regalé una sonrisa antes de tomar el vuelo a Senegal.
Me invitaron a
la Embajada, pero pretexté una jaqueca importante. Recorrí los bares de los
barrios bajos y los hombres en cuero, esos lomos que daban ganas de comerles la
boca, pensaron que era puta, se pusieron en fila para besarme y mi libido
alcanzó para todos.
Terminé por el
de pestañas más largas y ojos más tristes, su boca era mullida, tibia y su
respiración se aceleraba. Acosté mis labios en los suyos, inventamos un cóctel
de lenguas y caminamos hasta la orilla del mar, prendidos de nuestro beso. Me
tomó la cintura con una sola mano, que me dio la vuelta. Sentí que el Universo
me paseaba por el cielo y nada más importaba.
La sensación se
retiró como vino, le miré los ojos, ahora eran contentos, iba a decirle que
tuve un orgasmo, pero se adelantó él.
—Jezabel, por
favor, no encerremos lo que vivimos, en una palabra.
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