domingo, 18 de agosto de 2024

SENEGAL

   —Recorrí muchos países por trabajos de la empresa “Tupac Encomandita Por Acciones”. Me eligieron por mi porte distinguido, mis rasgos regulares de ojos verdes convincentes, como mi voz profunda que hablaba cinco idiomas y exponía con lenguaje académico, las propuestas de la Empresa. Sabés que daba una imagen tan respetable, que los hombres se negaban la pretensión de invitarme, ni a una copa.

   Corcho, su amigo de la infancia, le miraba esa boca perfecta y quedaba en estado de gracia.

   —Si querés saber mi opinión, Jezabel, no podés seguir virgen con treinta años, te conozco de chiquita, pero tu cuerpo clama deseos intensos, por parte del género masculino, número singular, a saber yo.

   Ella miró la boca de Corchito y con lentitud de ofidio, le dibujó los labios con la lengua.

   —Jezabel, quiero que pruebes otras bocas en cada viaje, cuando termines con todos, yo te espero, vos decidís.

   Sus palabras dieron permiso a mis ganas. En Tokio, un japonés alto, me besó reiki y luego metió su lengua suave, recorriendo mis dientes. Cuando me despedí, descubro que estaban blancos como la nieve.

   El segundo punto fue Emiratos Árabes, allí uno que elogió mi pronunciación de su idioma, tenía ojos oscuros intensos y se acercó a mi boca, sonámbulo. Yo tomé la iniciativa de rozar apenas sus labios violetas, había residuos de arena, en aquella boca. No me gustó, pero le regalé una sonrisa antes de tomar el vuelo a Senegal.

   Me invitaron a la Embajada, pero pretexté una jaqueca importante. Recorrí los bares de los barrios bajos y los hombres en cuero, esos lomos que daban ganas de comerles la boca, pensaron que era puta, se pusieron en fila para besarme y mi libido alcanzó para todos.

   Terminé por el de pestañas más largas y ojos más tristes, su boca era mullida, tibia y su respiración se aceleraba. Acosté mis labios en los suyos, inventamos un cóctel de lenguas y caminamos hasta la orilla del mar, prendidos de nuestro beso. Me tomó la cintura con una sola mano, que me dio la vuelta. Sentí que el Universo me paseaba por el cielo y nada más importaba.

   La sensación se retiró como vino, le miré los ojos, ahora eran contentos, iba a decirle que tuve un orgasmo, pero se adelantó él.

   —Jezabel, por favor, no encerremos lo que vivimos, en una palabra. 

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