El Editor que ya va por el delirium tremens, dice que mi cuento, “Perdidos en el día”, es plagio de “Perdidos en la night”. Como siempre hizo, me da una semana para un cuento que no conste de meras descripciones.
Vamos a por él:
“Oscar era marinero, su trabajo el peor, fogonero, pocas veces detenía su
trabajo y paseaba la cubierta. Tenía ataques de locura, que sus compañeros
ocultaban. Cuando comenzó a golpear a cualquiera, se comunicó al Capitán, un
hombre mordido, sangrante, pidiendo por favor, le hicieran Junta Médica al
fogonero Oscar Defalco. Resolvieron darle una licencia permanente por insanía.
Producto de los ruidos de los motores y el fuego, perdió la razón. Le dieron un
chaleco químico importante y los Médicos opinaron que su mejor cura, era permanecer
en la casa de su Madre viuda.
Lo recibió con
un bife de ternera, acompañado de papas fritas. Concurría al Psi, tres veces
por semana, con medicación igual se ponía agresivo, ni él podía consigo, ni su
Madre, que lo adoraba como a un Dios. Tenía amigos que fumaban cannabis
paraguaya y con anuencia de su Madre y los Médicos, le dieron a probar. No sólo
fue una panacea, sino que los medicamentos, él mismo los dejó.
Eran gente
humilde y el cannabis, cara para sus posibilidades. Oscar empezó a plantar en
el inmenso jardín de su casa. No tenía problemas vecinales porque la
construcción quedaba en el medio de una loma.
Se rodeó de
lúmpenes que lo querían, más por interés que por Oscar persona. El amigo lúcido
le dijo:
—¿Sabés que yo
venía en la bici y de lejos, tu casa parece un macetero? Sé precavido, porque
se puede dar cuenta la yuta.
Y así fue cómo
un Comisario, enterado de su historia, llevó el caso a Tribunales, nuevamente
Junta Médica, Fiscal, abogado y su Madre.
Le dieron una
autorización especial, esto ocurrió hace mucho tiempo, cuando existían hombres
sensibles, de aquel grupo le permitieron fumar cuando necesitara, sin hacer uso
comercial. Esto último no fue necesario, porque él le regalaba a quien
quisiera. La Vieja vivía haciendo brownies, para que no arruinara sus pulmones.
Cuando murió la
Mami de Oscar, se fue a vivir a Buzios, donde no existía ningún emprendimiento
inmobiliario. Un Diplomático argentino y Escritor, escribió la vida de Oscar
con su permiso. Le regaló una casita de pescadores. Pasaba el día tejiendo
redes de pesca, cuando bajaba el sol se arrojaba de las piedras más elevadas y
nadaba, siempre algún piadoso lo subía a su barca y lo trasladaba a la casa.
Había comida
sobre una mesa, algún pescado con ensalada y dos huevos fritos o feijoada.
Oscar no sabía quién se tomaba la molestia. Nunca supo que era de todas las
casitas, que se turnaban.”
El Editor
falleció esta mañana. Me dejó una nota breve: “Nunca conocí a nadie tan
impaciente como Ud, siga escribiendo, se lo merece. En cuanto a sus ideales, no
permita que lastimen su corazón.
Anastasio Broli.”
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