sábado, 17 de agosto de 2024

RECUPERADO

    El Editor que ya va por el delirium tremens, dice que mi cuento, “Perdidos en el día”, es plagio de “Perdidos en la night”. Como siempre hizo, me da una semana para un cuento que no conste de meras descripciones.

   Vamos a por él: “Oscar era marinero, su trabajo el peor, fogonero, pocas veces detenía su trabajo y paseaba la cubierta. Tenía ataques de locura, que sus compañeros ocultaban. Cuando comenzó a golpear a cualquiera, se comunicó al Capitán, un hombre mordido, sangrante, pidiendo por favor, le hicieran Junta Médica al fogonero Oscar Defalco. Resolvieron darle una licencia permanente por insanía. Producto de los ruidos de los motores y el fuego, perdió la razón. Le dieron un chaleco químico importante y los Médicos opinaron que su mejor cura, era permanecer en la casa de su Madre viuda.

   Lo recibió con un bife de ternera, acompañado de papas fritas. Concurría al Psi, tres veces por semana, con medicación igual se ponía agresivo, ni él podía consigo, ni su Madre, que lo adoraba como a un Dios. Tenía amigos que fumaban cannabis paraguaya y con anuencia de su Madre y los Médicos, le dieron a probar. No sólo fue una panacea, sino que los medicamentos, él mismo los dejó.

   Eran gente humilde y el cannabis, cara para sus posibilidades. Oscar empezó a plantar en el inmenso jardín de su casa. No tenía problemas vecinales porque la construcción quedaba en el medio de una loma.

   Se rodeó de lúmpenes que lo querían, más por interés que por Oscar persona. El amigo lúcido le dijo:

   —¿Sabés que yo venía en la bici y de lejos, tu casa parece un macetero? Sé precavido, porque se puede dar cuenta la yuta.

   Y así fue cómo un Comisario, enterado de su historia, llevó el caso a Tribunales, nuevamente Junta Médica, Fiscal, abogado y su Madre.

   Le dieron una autorización especial, esto ocurrió hace mucho tiempo, cuando existían hombres sensibles, de aquel grupo le permitieron fumar cuando necesitara, sin hacer uso comercial. Esto último no fue necesario, porque él le regalaba a quien quisiera. La Vieja vivía haciendo brownies, para que no arruinara sus pulmones.

   Cuando murió la Mami de Oscar, se fue a vivir a Buzios, donde no existía ningún emprendimiento inmobiliario. Un Diplomático argentino y Escritor, escribió la vida de Oscar con su permiso. Le regaló una casita de pescadores. Pasaba el día tejiendo redes de pesca, cuando bajaba el sol se arrojaba de las piedras más elevadas y nadaba, siempre algún piadoso lo subía a su barca y lo trasladaba a la casa.

   Había comida sobre una mesa, algún pescado con ensalada y dos huevos fritos o feijoada. Oscar no sabía quién se tomaba la molestia. Nunca supo que era de todas las casitas, que se turnaban.”

   El Editor falleció esta mañana. Me dejó una nota breve: “Nunca conocí a nadie tan impaciente como Ud, siga escribiendo, se lo merece. En cuanto a sus ideales, no permita que lastimen su corazón.  Anastasio Broli.”

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