—¿Vos cuántas veces le diste?
Pachu pensó bien, el Idiota quería competir.
—Dejame pensar, dejame pen…! Lo tengo, fue
hace unos días y hay testigos. ¿Y vos, Idiota?
El otro tiró el vaso y quedó bizco.
—¿Cómo me vas a llamar así?, es un insulto.
Ególatra y pobre tipo.
—Todos te llaman Idiota, por ejemplo: “¿vino
el idiota?”, “lo invitaron al idiota”, “me lo contó el Idiota”, ¿calás?
—Sí, no soy Idiota, mi nombre es Idi, qué
perversos.
Esto venía de arrastre, Pachu le dijo que
quince veces, se le dibujó el odio inminente.
—Me quemás la cabeza, para que sepas yo le
di veinte.
Pachu sabía, por la mujer con quien eran
íntimos, con todo lo que eso conlleva, el hijo con el entusiasmo de los cuatro
años, le gritaba: “ota papá, dale ota”.
Había mucha gente que reparaba en aquel
nadie, los primeros lo nombraban Idiota, los segundos Idi y los terceros le
decían Ota.
La hermana de Pachu vivió años de
infortunio, con el Idiota. Le pegaba sin motivos, le hacía el submarino en la
poceta, le grabó su nombre con una gilette, en el glúteo derecho y en el
izquierdo, el de ella. Pachu sufría y se la morfaba, porque la hermana era
capaz de defender a Satanás.
Consultó con una psicóloga, le dijo que su
hermana sufría de masoquismo febril vitalicio. Por suerte, el Idiota se separó
cuando conoció a su amiga, la trataba como una reina.
Una tarde llegó temprano del laburo y
estaban charlando Pachu y su esposa. El Idiota se calentó, le daba trompadas al
aire, como hacen los Idiotas. Mi amiga lloraba en un rincón, el otro quedó
desmayado
A Pachu, la llevó a su casa para
tranquilizarla con un whisky, dos y tres. Se la cogió una vez, dos, tres al
hilo.
—Gol…gol…goool…!
El Idiota se lo merecía, le quebró dos
brazos. Compensación de amor con creces, ahora es actual esposo de Pachu.
Todos decían que había estado muy agresivo y
él, cuando se los cruzaba, decía:
—Cierren el culo.
—Como dijo nuestra prócera Mirtha Legrand:
“Mierda Carajo”.
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