viernes, 2 de agosto de 2024

PRESCRIBIÓ, DIRÁN

  Nadie negará tu pensamiento en la extraña virtud de tu silencio, nadie podrá con él, aunque te arranquen las vísceras. Los entrenaron para eso y vos, que sos de hierro, te lo bancás, les ves en los ojos, quieren partirte, vos no largás un sólo nombre, respondés siempre igual.

   —Soy Pablo Argüelles y vivo en la Calle Hidalgo 1328.

   No te dejan descansar, hasta ellos no dan más y siguen picaneando aquí y allá, Pablo ya no siente nada, sueña con ella, volviendo de la Facu, abrazados, si veían un auto negro sospechoso, se daban un beso, como si el resto del mundo sobrara. El auto aceleraba y se iba, el amor de dos los espantaba.

   Ella presentó recurso de hábeas corpus y después iba a Tribunales, todos los días y nadie sabía nada. Los amigos abogados, trabajadores en la villa, solicitaron prueba de vida, les mandaron un chaleco rosa con manchas de sangre. Uno de ellos fue a ver un Gral, amigo de su Padre.

   —Nosotros no podemos hacer nada.

   A la semana de aquel encuentro, los chuparon a todos. Murió en la tortura, Pablo. A los demás los consideraron desaparecidos.

   Después de cuarenta y tantos años, aparecen sus fotos en afiches, pegados en el Banco, en paredes, en columnas de viejos teatros. Casi todos tienen esos grafitis encima, que no quieren decir nada.

   Si siguen así, un día van a buscar a los autores de la Revolución de Mayo de 1810. 

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