Se tiró o la tiraron. Estaba muerta, el trasero pesado le dio impulso. Antes llamó y le pidió que llame.
—¿Te sobrevivió
la pussy?
Hoy no sabe,
tenía que ocuparse de muchas pussys, se quejaban por mal atendidas. Tiburcio
tenía una agenda tan apretada que en una distracción le quedó apretado el
miembro entre las hojas. Fue al Juez de turno.
—Di muchos
turnos con sus recibos pagos, cerré mi agenda con bronca y el miembro quedó
ahí, mire si no le miento.
Lo depositó en
el escritorio, el Juez se caló los anteojos.
—Es enorme, con
razón tanta demanda, haremos un arreglo y no tendrá problemas, lo puedo
reemplazar.
Tiburcio pensó
que el Juez estaba casado.
—Señor Juez, no
quiero arruinar su matrimonio.
El Juez le contó
algo cierto.
—Estimado
Tiburcio, mi relación es una ruina y el sólo pensar en la pussy de mi mujer, me
da asco. Únicamente que me dé el culo, pero la muy avara no quiere, dice que
cuando le erro, las hemorroides se sienten despreciadas.
—Bueno, Juez,
prefiero pagar la multa. Me mataría quedar sin pacientes. Las mujeres pensarán
que es una engañifa.
El Juez
extrañado.
—Firme al pie
del expediente, ya tiene una causa
abierta, no tenga miedo.
A Tiburcio le
cayó un lagrimón en medio de su firma, quedó una lagunita entre letras.
—Me cansó,
Tiburcio. Secretario Roldán, corte en rodajas finas el miembro, logró zafar de
la agenda. Cuando vaya a la última carnicería que dejaron en pie los veganos,
observe si las mollejas son como éstas. No termina nunca, Secretario Roldán,
pida al Ordenanza que las ase. A mí me gustan casi quemadas. Invite al Fiscal,
para no meternos en quilombos. El asador está invitado para la ceremonia, “¡Un
aplauso para el asador!”
El Ordenanza dio
aviso que Tiburcio había muerto desangrado.
—Si su Señoría
lo permite, lo arrojaré por el balcón, ninguno de nosotros lo conocía, era un
indocumentado.
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